Sentada, Esperando, Deseo

Desde hace tres semanas, día tras día, haya sido con lluvia o con un sol espléndido como el que ilumina hoy paris, haya trabajado o no, me siento en esta silla dispuesta a darlo todo, pero ya os digo yo que no es tan fácil... En ocasiones he visto pasar las horas sin que haya escrito una sola palabra, y no será porque no tenga cosas que decir, puntos a debatir o nuevas críticas que hacerme, más bien todo lo contrario, cada día ha habido algo nuevo, pero a fin de cuentas no sé cómo enlazar unas cosas con otras, no encuentro la manera de hacerte entender el porqué de mis cambios de humor, de mi cabeza baja, de mis repentinas ganas de reir a carcajadas, de mis paseos a la luz de la luna buscando explicaciones y alguna que otra respuesta. Y es que si hay algo que se me da bien es el darle mil vueltas a las cosas.
Como ésto promete ser largo y tendido, me he puesto cómoda, en modo Zen. Me he disfrazado de él, con sus pantalones de chandal a los que le doy mil vueltas para que no arrastren, y su vieja camiseta del tenis, la cual ahora no es ni más ni menos que mi camiseta de los dulces sueños. Y no me pesa, no me hace sentir mal, me siento a gusto entre sus cosas, y mires por donde mires encontrarás pedacitos de nuestro amor por toda la habitación: las postales que siempre olvido devolverle, sus decenas de regalos, en mi ropa, en mi bolso, hasta en mi vocabulario ha dejado su huella, e incluso mis labios besan de una forma más intensa desde que probaron su boca... Su forma de vivir, su concepción del dinero, su música, es ahora la mía también. Y te preguntarás entonces qué ha cambiado desde la última vez que te escribí, y yo te puedo responder a éso con dos palabras: mi calma. Y, de todas maneras, desde la última vez que me dirigí a ti, las cosas se pusieron patas arriba, y ahora vuelven a la normalidad (ya lo dige anteriormente, no son más que ciclos).
Como por arte de magia, al poco de escribirte diciéndote que estaba mucho mejor, que había vuelto de españa renovada, con una nueva visión, y que en el trabajo bien, y que parecía que todo volvía a su lugar, pues en cuestión de días dejé aquel trabajo, en un abrir y cerrar de ojos, por seguir a áquel sin el que dicho restaurante dejaba de tener sentido para mí, porque él no es un director como los demás, él te apoya, te exige, se ríe contigo y de tí logrando que tú mismo te rías de tus propios errores y a la vez no los vuelvas a cometer. Es un tipo con carácter, con poca paciencia, pero le tengo tan calado, sé tan bien lo que quiere, que rara vez le he dado la ocasión de tener que levantarme la voz. Así que él se fué, aquello era demasiado pequeño para sus aspiraciones, no más que un lugar de paso hacia algo mejor. Y yo abandoné al día siguiente de que me diera la noticia, haciendo crecer los rumores, los cuales en un momento dado me dieron dolores de cabeza, hasta que me di cuenta que la gente, en cuanto les demuestras que algo te importa, te sacan la sangre y te provocan a ver cuánto tardas en perder los papeles. Les divierte, como si no tuvieran nada mejor que hacer, ante lo cual tomé la Vía Pantoja "dientes, dientes", y desde que decidí hacer oidos sordos, se acabaron los cuchicheos, o al menos las bromas pesadas. Dos semanas más tarde, precisamente mi último día de trabajo, se pasó por allí, y me dijo que había empezado a trabajar en Champs Elisées, que si conseguía un hueco que me lo guardaba, que "me rescataba" dijo. Tras aquella especie de promesa me tomé unas vacaciones forzadas, ya que yo acababa de volver de España y, tras la fiesta de mi cumpleaños, más la cámara, más lo que gasté durante aquellas fechas, sabía que no podía tirar la casa por la ventana, con lo cual no iba a ser tan divertido como podía parecer en un principio. Y dicho y hecho, vinieron las vacas flacas, y Febrero fue uno de esos meses en los que en lo único que piensas en es poder pasar la página del calendario, a pesar de que mon cheri directeur (como le llaman en mi presencia) cumplió su promesa, subiendo mi caché (¿qué creías?¡hasta los camareros lo tienen!) y colocándome en mi actual lugar de trabajo, con unos compañeros a los que admiro y con los que me divierto a la mínina ocasión. Sé que a algunos no les parece vida (los horarios, la fatiga, la presión...) pero yo ya me siento como pez en el agua, quizás me he acostumbrado, o quizás ésto sea lo único que realmente sé hacer, quién sabe. No sé qué es lo que me hizo tenerlo tan claro el día que firmé mi hoja de dimisión en el otro restaurante, ni me lo pensé, lo supe y punto, algo me dijo que aquel no era lugar para mí. Y es que así funciono yo, a sabe de instintos, echándole pulsos a cada reto que se me presenta, con ganas de que pase el tiempo y poder estar orgullosa de mí, y para que la próxima vez que me suceda aquello no agache la cabeza y sepa responder como es debido. Fué un día cualquiera, en una conocida discoteca parisina, yo iba a pedir en una barra de entre las muchas que había, y de entre las sombras aparece un apuesto joven, el cual me dirige la palabra y entablamos una mini-conversación que se terminó cuando le dije que era camarera. Me miró con despreció y se marchó tal y como había llegado, entre las sombras. Supongo que no alcancé sus expectativas. Me gustaría a mi ver si él es capaz (¿te ha puesto un despacho tu papá?, claro cielo, así yo también podría), y de ésto me he dado cuenta ni más ni menos que antes de ayer, cuando me dieron la tarea de formar a un chico que va a hacer prácticas en el restaurante durante un mes y medio. Es decir, es chico está es una de las mejores escuelas de hosteleria, quiere dedicar su vida a ésto, y lo que para mí ya es el día a día, cosas que salen solas (lógica adquirida con el paso del tiempo), para él es un mundo, lo que me llevó a plantearme por qué me habían elegido a mí para formarle, si yo no soy ni la más rápida, ni la mejor. Resulta que, según la la persona que tomó la decicisión (que no fue mi querido director), transmito algo a los clientes (algunos hasta piden que les sirva yo, ¿te imaginas?) y que tengo algo raro: las ganas de hacer bien las cosas. Así que gracias a esta historia del chico en prácticas se me ha subido un poquito la moral, y me he dado cuenta de que quizás no es el trabajo más glamuroso del mundo, pero tengo muy claro porqué los clientes van alli (o a cualquier otro lugar de ésos con precios extralunares para nosotros, y más aún en los restaurantes gastromónicos, en los que una pequeña entrada puede costar unos ochenta euros, y en los que se puede terminar la velada por el módico precio de trescientos euros por cabeza, sin exagerar ). Así que esa gente no va a cenar mirando los cuánto valen los platos, lo que me ha hecho perder el miedo a proponer, porque la mayoría de los clientes sólo esperan que les sugieras algo para decirte "oui, pour quoi pas?". Es gente que no vive en la misma galaxia que nosotros, a la que no le asustan los precios, de hecho rara vez me preguntan cuánto valen los diez centilitros de champagne rosé billecarte salmon. Las sirvo como caramelos, y todos contentos. Más se gastan mejor se lo pasan, y más gano yo. Y me hace gracia que porque el chico nuevo se asusta de lo rápido que va todo "c'est impresionante" -me dijo- y con todas y con ésas la presión que nos meten por ser más rápidos cada día no se queda atrás. En definitiva, me he dado cuenta de que no es tan fácil, que no cualquiera lo puede hacer, que se necesita paciencia y organización, lo cual no hay en mi vida pero consigo sacarlo de no se sabe dónde a partir del momento en el que me visto de negro, me recojo el pelo y saco la mejor de mis sonrisas. Lo que venga, será pura rutina.
En cuanto a lo personal, no tengo tan claras las cosas. Es decir, sí, sé lo que quiero, pero el panorama no es el que me gustaría, aunque ya te digo, últimamente me tomo las cosas con mucha más calma, sin que sea todo tan a pecho, tan cara o cruz, tan blanco o negro. Y puede que si las cosas están como están sea debido a mi nueva actitud de "paso de todo", pero qué quieres que te diga, me canso de estar pendiente de la gente, me agota ése desvivir por todo el mundo más que cualquier otra cosa, y me he dado cuenta de que a ciertas personas, en especial a ella, las he mal acostumbrado haciéndolas creer que pase lo que pase estaré ahí, lo cual es cierto, pero tras mucho analizar ciertas situaciones (que éso no se si se me da bien o mal, pero no puedo negar que es una tarea que me ocupa un alto porcentaje de mi vida), me he dado cuenta de que, cuando lo das todo, la gente te deja de respetar y acaba aprovechándose de las buenas intenciones del otro, y siempre es la misma persona la que da, y siempre la misma la que acapara la atención. No sé si me explico, y lo siento si paga algun justo por pecador, en fin, cada uno sabe lo que hay. Sólo digo que ya llega a irritarme esa comodidad que han adquirido ciertos, como si una relación fuera sólo cosa de uno. Y mira que siempre antes de reaccionar intento ponerme en el lugar de la persona, pues hay muchos motivos que a la ligera se nos escapan, pero que si nos paramos a pensar aunque sólo sea un poco en lo que esa persona puede estar viviendo, entenderemos mucho mejor su comportamiento. Pero estarás de acuerdo conmigo en que todo tiene límites, y que a veces hay que poner un alto en el camino si queremos que algo cambie. Lo que no se puede hacer es abusar, y no me da reparo decirlo aqui, porque ya se lo dije a ella, y ahora estoy sencillamente a la espera de algo que no sé muy bien qué es lo que es. No hace falta elegir, no hay que dejar a nadie atrás, pero teniendo en cuenta que soy una persona de detalles me he visto obligada a decirle "ya basta", porque a ella se lo permito TODO porque es ella, porque considero que los años nos han hecho inseparables y que si me hiere no es con mala intención, es más, no hay ninguna intención, me he quedado en el trastero para cuando todos los demás se vayan, lo cual no me parece justo. Por supuesto que le doy mi pleno apoyo en esta aventura, pero es que es la misma historia de siempre: la gente habla y actúa sin pensar (aunque ella dice que sabe lo que ha hecho mal, lo cual no sé qué es más grave, si no haberse dado cuenta o, por el contrario, saber que hay algo que me ha dolido y dejarlo pasar a ver si se me olvida). Es curioso cuanto menos ver cómo mi propia personalidad se vuelve contra mí, porque ella es implacable cuando algo no le gusta o no le parece aceptable, y yo hace tiempo que creé una cajita imaginaria donde meto todo aquello que me sienta mal y de lo que no quiero hacer una historia, lo que no está tan bien es que si me provocas esa inofensiva cajita se convierte en un bomba de relojería... El caso es que veo tal pasotismo ante el tema que no sé muy bien cómo tomarme las cosas, por éso yo tambien me he puesto en el mismo plan, a ver qué pasa, a ver si alguien más está dispuesto a preocuparse por lo que está pasando. Y no sólo mi conflicto con ella lo voy a encarar de esta manera, con las mismas voy a enfrentar lo que venga, y es que la palabra es "cansada". También sé que no faltará algún comentario que me diga " pero mira, tal y tal día te avisamos para que salieras y no te viniste", a lo que contesto "disculpadme si algunas veces he querido salir por aprovechar un poco mi vida y finalmente el cansancio ha podido conmigo, a mí también me encantaría perderme entre el humo y las cervezas cada día, sencillamente no puedo seguir vuestro ritmo, y de la misma manera que vosotros no podeis contar conmigo para esos geniales viajes que me dan una envidia difícilmente soportable, yo tampoco puedo contar con vosotros para que vayais a trabajar diez horas (cuando no son doce) en mi lugar".
Puede que me esté pasando un poco como a ti, que me hablabas de que, por mucho que les quieres porque has crecido con ellos, ves que tus gustos y tus valores no son los mismo, y ahora las cañas me gustan más o menos dependiendo de la compañía. También dicen que he dejado de valorar el dinero, cosa que no es cierta, lo que sí ha cambiado es la concepción que tengo de él, porque ahora lo veo sólo un medio para vivir un poquito mejor, más que como algo que hay que ahorrar y ahorrar hasta que no sepa dónde meterlo. Y ni mucho menos lo derrocho, me cuesta ganarlo y sé cuánto vale, pero también me he dado cuenta de lo que puede hacer por mí, y ni mucho menos voy a racanear si la persona que tengo en frente merece la pena, porque en otras ocasiones he sido yo la que ha estado ahí sentada sin los medios para pagar, y alguien lo ha hecho por mí, concretamente él, quién siempre me decía "hoy por ti, mañana por mi", y no me parece insensato que si te apetece realmente hacer algo, o comer ese plato francés que nunca has probado, o volver rápido a casa a altas horas de la madrugada sin tener que esperar autobuses y sin riesgos, gastarme lo que haga falta. Y sí, puede que sea mi culpa y que en realidad no me pueda quejar de que algunas personas se aprovechen, yo lo he puesto en bandeja como quien dice, pero me bastará con cortar el grifo, porque no me molesta pagar, pero cuando veo que ciertos ya no hacen ni el gesto de pagar... éso sí me hace replantearme las cosas, y precisamente por éso estoy en este plan.
Y espera, que aún no he acabado con las decepciones (ya sabía yo que ésto iría para largo, de ahí mi ropa cómoda): Ellos. Cada día estoy más perdida en este tema, y estoy libre (cual taxi, es triste que hable así de mi misma ¿no te parece?) pero ya no sé desenvolverse en este área (supongo que alguna vez debí saber cómo hacerlo, nunca me ha ido mal, o tal vez es que he tenido mucha suerte...), ya no sé qué comportamiento es el adecuado, qué puedo tener yo que no tengan las otras, qué hay que hacer para no ser la segunda (en el mejor de los casos) o directamente la invisible. Para que te hagas una idea, el viernes pasado me lo tiré enterito pensando en este tema. La cosa viene, como te podrás imaginar, del Jueves, que pasará a la historia como El Día en el que todas nos pusimos taconazos para darle la oportunidad a Omayra (metro ochenta) de ponerse esos zapatos que tanto le gustan (y así de paso pude estrenar los que aún tenía en al armario sin darle uso por el simple vértigo que me daban, y fue un duro y ridículo proceso, ¡pero conseguí andar con ellos!). Desde que me levanté, hasta que me metí en la cama en un impulso racional de acostarme teniendo en cuenta que el sábado tendría que levantarme a las cinco de la mañana, estuve pensando en cómo habían podido torcerse las cosas de esa manera la noche anterior, qué había hecho mal, qué pasó para que tuviera lugar su cambio de opinión, qué no le gustó de mí, qué me faltó decir, y sobre todo, por qué a pesar de haber estado mirándonos toda la noche, desde que entró en nuestrobardelosjueves , pasando por cuando nos invitó a ir a su casa dans le quartier, y en especial cuando alguien tuvo la mala idea de decir que era lahoradelaretirada...si parecía que nadie se podía mirar tantas veces en una vida entera como nosotros en una sola noche, por qué le acabó diciendo a ella "tu peux rester si tu veux...", dejándome con una sensación de pérdida de algo que no había tenido difícil de explicar. Es algo como...

Where are all the men in this town?
And what’s a girl supposed to do?
Did they all run off when they knew
That I was coming round, coming round?

Is there a prince in this fable
For a small town girl like me?
The good ones are gone or not able…
and Matt Damon’s not meant for me (Damnit again!)

...como enseñarle un caramelo a un niño, sólo que no era un caramelo, si no un hombre de unos treintaaa yyyy (ya sabes que siempre me gustaron mayorcitos, ¡la de veces que no me habrás tomado el pelo con éso! ¿te acuerdas?). No sé si era el más guapo del bar, pero a mí me lo parecía (para gustos, los colores), y te confieso que le revisé de arriba a bajo: sus zapatos, sus manos, su reloj (no lo puedo evitar), sus ojos, su sonrisa, su forma de vestir, su pelo... todo. Y puede que sea el alcohol, que nos haga sentirnos más especiales de lo que realmente somos, pero me parecía que sus miradas me buscaban, y entré en el juego al que sólo él sabía jugar. Y así estuvimos horas (claro que todo fue más fácil una vez que nos presentaron), mirándonos y controlando los movimientos del otro desde la distancia, lo que confirmé en cuanto me puse la cazadora (-ei, vous partez. -no, on sors quelques minutes. -atendez alors.). Con lo cual, digo, era normal mi desconcierto al final de la noche (o principio del día), cuando me explusó de la cancha a la vez que introducía una nueva jugadora. En fin, no entendí nada, y mira que estoy acostumbrada a ser laamigadelrollodeaqueltio, no era la primera vez, ni mucho menos será la última, pero esta vez se me quedó un sabor mucho más amargo que en otras ocasiones, quizás porque pensé que este (voy a llamarle) chico, quizás, tal vez, no sé, que pudiera ser, que puede que no, pero que... que fue raro, y no pasa todos los días. Puede que suene estúpido pero pensé que podría merecerme ser la elegida. He hecho muchos esfuerzos para no pensar en Adrian, hasta he tenido un romance tan inesperado como esperado era su final (porque por muy encantador que sea, él y yo sí que somos de dos planetas distintos), y como no me gusta hacer perder el tiempo a la gente he puesto muros, aire, ausencias, que ni él es para mí ni yo soy para él, y éso todos lo sabemos. Así que a ver si me puedes hechar una mano, que tú de esto sabrás más, porque, a pesar de que no recuerdo ni una sola conversación entre tú y yo en la que uno de los dos, o ambos, no estuviera borracho, doy por hecho que tienes la cabeza sobre los hombros, que eres de ésos que desde que nacieron saben lo que quieren y cómo conseguirlo, y que a pesar de las dudas que tienes ahora ante esa difícil elección (y yo con mis tonterías...), puedas darme una ayudita y decirme lo que yo ya sé, pero que me hace falta que alguien me deje claro: "Enana, pides mucho, demasiado, siempre te lo he dicho..."
Y para terminar (que ya me duele la espalda de estar aqui sentada), recordarte que no necesitas motivos para escribirme, que de hecho éso es lo que más me gusta de tus mails, que no haces preguntas y que acabas contandome cosas sin saber muy bien porqué, simplemente te salen. Y me encanta, que lo sepas. Y antes de que me lo digas, ya lo sé: no existe el hombre perfecto. Y antes de que tú lo dudes, te lo recuerdo: tampoco existe el camino perfecto, sólo existe una consecución de decisiones de las que tú eres dueño. Ánimo, y mucha suerte.
Y ya sabes, cuando quieras que te escriba, no tienes más que pedirlo.