Por Favor

Dame una ilusión a la que aferrarme, que pueda por fin soltar este clavo ardiendo que desde hace tres meses me hace llagas en el corazón. Que pueda sentir lo bella que es la vida y no este vacío intenso, inmenso, sin fin.




Serrat cantó un día...

Debían ser las tres y media de la tarde, más o menos es a esa hora cuando llego a casa los días que tengo turno partido, como hoy. He salido del metro Hauvre-Caumartin por el acceso de siempre, porque, con riesgo de que suene estúpido, nunca entro y salgo por la misma puerta, el motivo no lo sé: siempre entro por la misma, y siempre elijo (bueno, ya es por inercia)para salir la que da a la esquina de Gap. El caso es que caminaba mirando a las musañaras, con las lágrimas estropeandome el maquillaje (seguramente algo me había recordado a él, qué raro). Yo estaba como buena ciudadana esperando a que el semáforo cambiara de color y me dijera Allez ma cherie, maintenant tu peut!, y entonces la distinguí entre los montones de periódicos y revistas de moda propios de un kiosko. No sé si alguna vez se interesó por la ciencias de la información, y no tiene pinta de ser una atrevida reportera integrándose entre los fríos parisinos, con el frío de París, por un suculento salario a fin de mes. De lo que no tengo duda es de que ella tiene algo que decirte, supongo que por éso redactó (espero no haga mucho) en un Boletín No Oficial J'ai faim, aidez-moi SVP. Según me iba acercando, y a medida de que me daba cuenta de lo egoista y cínica que puedo llegar a ser llorando a mis veintidos años por las nimiedades del corazón (aunque cómo duelen a veces, todo sea dicho de paso), se ha ido ralentizando mi paso hasta darme cuenta de lo afortunada que soy a pesar de que me empeñe en no ver brillar la luz del día y de poner su perfume en mi almohada.
Debe tener mi edad, y la puedes ver acurrucada con su cachorrito, mirándole como susurrándole no te preocupes, yo estaré contigo pase lo que pase. Siempre esa misma expresión de si estoy aqui es porque quiero seguir viviendo y no dejar de ver la luz del sol brillar. Cuando llegué a su altura decidí que esta misma tarde me acercaría a ella y le preguntaría si tenía hambre, a lo que ella me respondería que sí, y yo cumpliría mi propósito de invitarla a comer, todo lo que quisiera, hasta postre (que siempre animan). Quería agradecerle que me haya hecho darme cuenta de que en realidad no soy quién para quejarme, que los hay que están peor, mucho peor. Y, para aquel entonces, yo había dejado de llorar.
Pocos minutos después, he llegado a mi portal, he marcado el código y empujado la pesada puerta, y he subido corriendo las escaleras hasta el segundo derecha. Pero una vez dentro me lo he tomado con algo de calma, y me he cambiado de ropa sin estress y hasta he puesto la lavadora pensando en que cuando vuelva de Milán el jueves por la noche será demasiado tarde y no se me va a secar la ropa del trabajo, aunque éso sí, yo repasando una y otra vez cómo iba a acercarme a la chica Gap. Y ha pasado lo que a mí no se me había pasado por la cabeza: que se hubiera ido. ¿Cómo iba yo a pensar que se iba a ir? ¿A dónde? ¿Qué iba tenía mejor que hacer que esperarme a que la invitara a comer? ¿Y si le ha pasado algo?. No, más bien parecía que se había mudado, no he visto rastro alguno ni de ella ni de su cartón pidiendo ayuda, y mucho menos del cachorro. Y me he quedado cual imbécil andando hacia arriba y hacia abajo a ver si aún la encontraba. Pero nada, he tenido que volverme a casa desconsolada porque ni siquiera he sido capaz de ayudar a alguien que no tiene más que un perrito, a alguien que si tuviera algo que llevarse a la boca se lo daría de comer antes a él que a ella misma.
Finalmente la conclusión que me queda es que, un día más, no he hecho nada por ella, pero creo que hoy he aprendido una de esas cosas que no se olvidan en la vida, y me he dicho menos mal que reciclo que si no me sentiría como una verdadera mierda.

No sé su nombre y no sé si hace falta, pero no se va a escapar, necesito decirle gracias.




Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear,
entre el cielo y el mar.
Vagabundear.

Como un cometa de caña y de papel,
me iré tras una nube, pa' serle fiel
a los montes, los ríos, el sol y el mar.
A ellos que me enseñaron el verbo amar.
Soy palomo torcaz,
dejadme en paz.

No me siento extranjero en ningún lugar,
donde haya lumbre y vino tengo mi hogar.
Y para no olvidarme de lo que fui
mi patria y mi guitarra las llevo en mí,
Una es fuerte y es fiel,
la otra un papel.

No llores porque no me voy a quedar,
me diste todo lo que tú sabes dar.
La sombra que en la tarde da una pared
y el vino que me ayuda a olvidar mi sed.
Que más puede ofrecer
una mujer...

Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...

Mensaje en una botella

Si yo tuviera la paciencia y tú tuvieras el tiempo para sentarte a escuchar...
Si a mi no me remordiera la conciencia y contigo no pudieran las barreras...
Entonces quizás.

Si me atreviera a mirarte fijamente a los ojos y tú llegaras a hablarme...
Si sonara mi canción favorita y tú te acercaras porque no consigues oirme...
Entonces quizás.

Si un buen día yo me levantase bien y tú decidieras que ha llegado el momento...
Si yo consiguiera dormir ocho horas de un tirón y tú te cansaras de mirar hacia otro lado...
Entonces quizás.

Si me quitara la careta y resultara que tienes ganas de abrazar a alguien fuerte fuerte...
Si tuviera la oportunidad de salir ilesa y tú desenfundaras todo lo que tenías que decirme...
Entonces quizás
ésto tiene que pasar.






Hasta perro tuve


No pedí salud, ni fortuna, ni éxito.
No pedí por mi familia, ni por mis seres queridos, ni por los de más allá.
No pedí ni por la paz en el mundo ni por los que mueren solos.

No pedí recuperar lo perdido, ni encontrar el tesoro del Louvre.
No pedí tener suerte, ni perder mi vértigo, ni ser especial.
No pedí ni por la capa de ozono ni por la escasez de agua en mi país.

No pedí unos zapatos nuevos, ni un viaje en tren.
No pedí ser alguien, ni ser más lista, ni más fuerte.
No pedí ni aprender a tocar el piano ni entender a Nietzsche.

No pedí ser traductora algún día, ni conocer al que dice ser mi padre.
No pedí ser querida, ni apreciada, ni importante para nadie.
No pedí que las cosas fueran bien... porque parecía que no podían ir mejor.

Aquel día cumplía veintidos años, y sólo pedí cumplir mis veintitrés contigo.



Ahora que se va acercando la fecha me asusto de las vueltas que da la vida y lo celebro con lágrimas y con altas dosis de pesimismo, que otra cosa no tendré, pero ganas de llorar todas y más.
Da igual el momento o el lugar, tu recuerdo me perturba.

El día y la noche

EL DÍA

- Petite, hoy te encargas hoy de 30 y 100, y cambiamos un poco, a ver qué tal se te da, ¿te parece?. Ya sabemos de antemano lo que quieren, así que no te preocupes, que te echaré una mano. La 102 está reservada para tres y en la 33 tendrás seis hacia las doce y media. Presta atención a los caballeros de la 102, vienen desde hace muchos años casi todos los días y lo quieren todo perfecto. No queda salmón ahumado y el plato del día es pato en su jugo con mousse de patata dulce. Venga, a por ellos. Christophe, ayúdala a preparar las mesas.
- Sí, claro, ¿te ayudo con las copas?
- Vale, empiezo con las del 100.
- Te sigo.

[...]

- Oye ¿cuánto llevas trabajando aquí?
- Van a hacer dos meses ¡pero diría que han sido sólo tres semanas!, ha pasado el tiempo tan deprisa... Tengo la sensación de que lo único que hago es estar aquí. El sueldo no está mal, pero a veces no sé si me merece la pena.
- Jajajaja, créeme que te entiendo.
- ¿Y tú qué? Que no hablas mucho parece. ¿Te gusta ésto?
- Bueno, en comparación a lo que he visto, este sitio está bastante bien, nunca había tenido unos jefes tan agradables, que no te griten por todo, ya sabes...
- Es que hay mucho dinero en juego, y ahora con las vacaciones no estamos haciendo muchos cubiertos... A los que mataría algunas veces es a ciertos clientes, hay algunos que te dices "pero de dónde han salido?"(risas de asentimiento). ¿Sabes que el otro día una clienta me hizo untarle la mantequilla en la tostada? Yo aluciné. Me pregunto quién fue el primer imbécil que accedió a éso y que ahora todos se lo tenemos que hacer.
- ¡Qué dices!No me lo puedo creer...¿es que no tiene manos o qué?
- Claro que sí, pero ya ves, no le gusta manchárselas. Encima como debí poner cara de sorprendido me dijo que no me preocupara, ¡que me daría propina!.
- Joder qué poca vergüenza, ¿no?, ¿y se la untaste en serio?.
- Se lo dije a Eric y me contestó que no es tan mala como parecía, que se la untara y que así me dejaba tranquilo. ¡Fue tan humillante!¡ ¡Tenía ganas de decirle que en el bistro de al lado las tostadas están mejor!
- Espero no tener que sevirla nunca porque yo con esa gente tengo muy poca paciencia...
- Pues viene muy a menudo, hacia las 10, ¿nunca la has visto?. Bueno parece que tengo gente en mi sección.
- Tranquilo, yo termino.

(Horas después)

- Llevo toda la mañana observándote y...
- ¡Qué bien! jajjaja ¿y cual es el motivo de tanta observación?
- Por ver cómo eres, nada más, ¡y me he dado cuenta de que eres realmente maniática! Con tus servilletitas siempre debajo de la taza, la cucharilla justo al lado del asa, las galletitas siempre con la insignia hacia arriba... Todo bien pensado y cada cosa en su sitio.
- Vaya, no estás lejos, la verdad, jajaja. Sólo pienso que los detalles lo son todo. Hacen distinto un restaurante de otro, e incluso hacen distinto un día de otro.
- Supongo que es porque no trabajamos mucho juntos, no sé, simplemente me preguntaba quién eres.
- Bueno, tendré que contestarte más tarde ¡que tengo los platos de las viejitas de la 37!
- Sí, claro, cuando puedas ¿eh?

(En una pausa)

- Ei, ¿qué tal ha ido?¿te han mordido?
- Pues la verdad es que ha sido más bien tranquilo, se nota que hay menos jaleo que otras semanas. Ademas la 33 ha anulado, asi que he tenido bastante tiempo para ocuparme de la 102, y de hecho creo que hasta les caigo bien, ya les había visto más veces, aunque nunca se han sentado en mi zona.
- Ya, siempre se ponen en ésa, al lado de los radiadores.
- Como reyes ¿eh?. Bueno, no puedo quejarme, han sido bastante amables, hasta nos hemos echado unas risas. A mí me gustan los clientes asi: que sean exigentes, que no se dejen dar gato por liebre (¿cómo se dirá éso en francés?). Vamos, que no se dejan engañar, pero que si estás a la altura responden bien.
- Hombre a veces te puedes confundir o olvidar algo y hay algunos que hacen un mundo y se piensan que sólo están ellos...
- Sí, estoy completamente de acuerdo, pero bueno, los señores de la 102 han sido super agradables, ¡y éso es raro!
- ¿Tienes turno partido?
-Sí, acabo en veinte minutos, y luego vuelto a las ocho.
- Ahh pues ya no te veré, termino a las cuatro y media. Mañana trabajo otra vez de mañana, así que te dejo esta noche para qué pienses bien lo que me vas a responder cuando te pregunte que quién eres.
- ¡Sólo una noche! Mi cabeza está patas arriba, no sé yo si en tan sólo una noche podré ponerla en orden ¿eh?
- ¿Sabes lo que viene bien en esos casos?
- Sí, lo sé
- Jajajajaja, no éso no, bueno también, jajajaja. Yo hablaba de cerrar los ojos y no pensar en nada.
- No se puede "no pensar en nada"
- Claro que se puede, y cuando no hay nada que te atormenta estás en paz, aunque sea sólo por unos instantes. Ya me lo contarás mañana.
- Lo intentaré...


LA NOCHE

Por supuesto, no lo conseguí. Ni siquiera me atreví a cerrarlos, porque ya sé lo que pasa y sé aún mejor lo que viene después. Asi que mis ojos se cerrajon una vez que mi cuerpo no dio más de sí, pocas horas antes de que sonara la alarma. Y así un día tras otro, sin detalles que valgan, ni perdón, ni marcha atrás.