Mas vale tarde que nunca

Este debe ser uno de esos arrebatos de los que me hablaba ayer, momentos, actos repentinos sin la más mínima intención de ser pensados dos veces, que me vienen cuando ya no puedo más, cuando la granada explota por el motivo que sea, como los puntos y aparte de quien tiene ganas de cambiar de tema y no sabe como.
Me temo que hoy va a ser un día insólito, no sé por qué, lo presiento. O quizás es que no estoy acostumbrada a estar de pie a esa hora en la que huele a café recien hecho. Seguramente sólo sea éso, el olor del café tal y como lo tomaba cuatro anios atras. Como te puedes imaginar me acosté tarde, o temprano, qué màs da, el caso es que la hora de llegada a casa se calcula facilmente gracias a la suma del punto tràgico en el que cierra el bar màs la prorroga hasta meterme entre las sabanas. No sé si he tenido un suenio muy profundo o un cansancio muy ligero, el caso es que estoy de pie, y lo de que yo abra los ojos antes que el resto a algunos les resulta una verdadera rareza. Me miran de arriba abajo, me inspeccionan, se inquietan, como si me hubiera salido un tercer ojo.
-¿¿¿¿¿¿Estás bien??????!!
Sí, así, exactamente así lo leo en sus miradas, con seis interrogaciones y dos exclamaciones. Asombro y expectativas. Incredulidad máxima. Curiosidad total. No sé por qué se sorprenden tanto, soy lo imprevisible hecho previsible. La pena es que con el buen despertar que tengo no lo haga màs a menudo. Me dan los ataques de risa que me guardé el día anterior, digo todas esas tonterías que no le pude regalar al mundo por haberme obligado a dormir cuando mi sentido del humor llegaba a la cima de la estupidez humana. Si por mi fuera, inventaría días de nosécuántashoras, a modificar según conveniencia. Igual algunos llevan razón cuando dicen que vivo en un planeta distinto: mi propio planeta. Si tan solo pudiera llamarle de alguna manera...
Lo que ha ocurrido realmente es que, desde que me he despertado, no he conseguido volver a conciliar el sueño, las palabras me bombardeaban, el dolor de cabeza seguía ahí. Me pregunto si no se va hacer crónico, me taladra desde el domingo, desde las nueve y media de la noche. El ibuprofeno y sus derivados ya no me hacen efecto. Yo creia que era el alcohol pero empiezo a preguntarme si no sera más bien algo relacionado con la conciencia, es decir, que no tenga tanto que ver con la cabeza en sí misma como con la mezcla de sentimientos y emociones (cada cual más dispar) que me ametrallan últimamente. Puede que éso sea lo primero que debería analizar, ver de dónde proviene el dolor, qué lo causa, situarlo geográficamente en mi cuerpo, calcular su peso, tamanio, velocidad de expansión, y sobretodo, investigar si tiene capacidades degenerativas. Me he dicho que quizàs deberia ir al médico...
Reconozco que me no gustan, en ninguna de sus ramas. Solo el olor ya me causa nauseas, sin contar que esperar siempre termina por hacerme perder los nervios, y poco importa como entraste, sin duda sales peor. En estos casos siempre me pregunto qué es peor, si el remedio o la enfermedad
, si el dolor del instante o el vacio insipido del que no sabe qué tiene. Aun asi ya me imagino lo que me van a decir, desvían las cosas como quieren, son personas traidas al mundo para convencer, y te hacen pruebas, por supuesto, y te explican de manera oficial y en una lengua similar al finlandés la causa de tus hematomas internos, de tus malestares ocultos, de tus penas. No son nervios, no, ni mucho menos culpabilidad, todo se reduce a una gastroenteritis, algo que has comido que no estaba en buen estado, o al menos éso es lo que dice el médico, diplomado desde el anio 83. La verdad es que no pude evitar el mostrarme incredula, queriendo explicarle lo que a cualquiera se le haria evidente sin necesidad siquiera de tomarme el pulso. A mi tambien se me hacia logico, no era el vientre, ni el corazon, si no el alma. El parecia no entender cuando le pedi disculpas, cuando le llamé por tu nombre, cuando le dije que lo sentia tanto que creia que el remordimiento iba acabar conmigo. Le di las gracias como si fueras tu, le abracé como si nunca te fuera a volver a ver, y hasta le susurre al oido "créeme, lo que dije aquel dia era cierto". Entonces me arranco todos los papeles de las manos, los rompio uno a uno y me dio un nuevo diagnostico: locura pasajera.



Han pasado cinco meses y parece que aun siento la necesidad de explicarte algo. Si me permites, déjame decirte que a veces tengo la sensacion que te debo una cifra tan alta que aunque lo empenie todo nunca podré pagarla, lo bueno es que he aprendido que el pasado no se borra, que se vive con él, y que hasta puede hacernos mejores. Aquel dia me juzgué y me odié tanto que todo perdio su sentido; a dia de hoy, no sé si perdonada, te confieso que gracias a ti las cosas han cambiado, lo que me demuestra que en la vida siempre tenemos dos opciones: o dejar las cosas pasar, o coger al toro por los cuernos.
Una vez màs, mil gracias.