La chica que siempre quería dormir un poquito más


Se dejó caer en la cama, la cabeza hundida en la almohada de plumas (quién sabe realmente si de oca), los brazos en cruz, como queriendo ser libre.
Gloria se quedó con la mirada perdida en un átomo del techo, sentía una extraña paz, como cuando uno hace las cosas bien, y de tan agotada que estaba se quedó dormida. Su mente, ya en algún otro lugar, repasaba el día, y lo modificaba a su antojo, y a las dudas les ponía tiritas, que en sueños todo vale. Y es que su problema era la curiosidad, quería saberlo todo. Lo bueno, lo malo. Lo intermedio. Ametrallaba con preguntas a todo hijo de vecino, les miraba a los ojos queriéndo conocerles, y por saber así de qué bando eran. Se preguntaba a menudo cuál era el número de emergencia al que tenía que llamar en caso de necesitar ayuda, sin repuesta.
A la mañana siguiente despertó con un ligero dolor de cabeza, tenía la sensación de que había soñado demasiado, y éso era agotador, y daba pocos éxitos. A pesar de todo se sentía bastante despierta, incluso, aunque quisiera, no podía volver a conciliar el sueño, seguramente porque, al fin y al cabo, le encantaba hacerse la remolona. Y ahí se quedó, a oscuras, iluminada por tan sólo algunas rendijas de las persianas, dándole forma a sus veintiún años recién cumplidos. Pensó en la persona que le gustaría ser ése día, de las buenas o de las malas, de las que se desesperan por todo o de las que tienen más paciencia que un santo. Así, a los dados, se jugaba Gloria sus próximas 24 horas. ¿Serían memorables...o para enterrar?. Qué más iba a aprender en ese día, algo apasionante tal vez, que le dijera "ésto es lo tuyo. ¡Feliz cumpleaños!".
Entre sus devaneos inquietos no se había dado cuenta de que su madre la llamaba para despertarla (¿cuándo dejaría de tratarla como a un niña?). Después de varias llamadas sin respuesta los pasos se acercaban hacia su habitación, y al no mucho se abrió la puerta, y ahí estaba ella, única, con el desayuno en una de las bandejas de invitados, para darle el lujo. Quiso decirle que la amaba más que a nada en el mundo, pero le dió una especie de vergüenza infantil, haciendo del silencio su talón de Aquiles a sabienda de todos. Y es que hasta tal punto se vió vulnerable Gloria, que se quedó completamente muda, sin nada más que decir, aturdida aún por su nuevo estado, sin palabra alguna que confirmara si estaba viva o muerta, pero con un brillo en los ojos inusual, puede ser que de tantas emociones concentradas. A veces pensaba que le daría un paro cardiáco de tanto sentir,
Se desperezó un poco y se sentó al borde de la cama, frente a la ventana, encontrando en el reflejo su ella más verdadera [...]

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