Desvelo


Cuando me he despertado debían ser las siete, al poco sonaba el despertador de mi madre. Ha debido quedarse remoloneando un rato, visto lo que ha tardado la puerta en abrirse. Ha atravesado el salón, le ha hecho alguna carantoña al gato, y después la puerta de la cocina, seguido del murmullo de la cafetera.
He pasado horas así, despierta, escuchando los ruidos que se producían más allá de estas cuatro paredes, hasta casi las once. Tenía sed, pero en ningún momento me planteé salir de la cama, no tanto por pereza como por no perder mi lugar. Puede que alguien fuera a colarse entre mis sabanas, quien sabe, dejándome fuera, de pie, llena de incomprensión. Ya ves, yo, que no soy de nadie, que no pertenezco a ningún lugar, me daba miedo que me pudieran robar el calor que llevaba horas conquistando, lo que era, a ciencia cierta, y a pesar de su calidad efímera, lo único que me pertenecía en ese momento .
He pensado en ayer. He repasado cada una de tus palabras, cada una de mis estupideces (como cuando para hablar de un cambio brutal hice referencia a los 380º de una circunferencia... ¡y el delito que conlleva el hecho de que no me dijeras nada al respecto!. Al menos me queda el consuelo de tener aqui una oportunidad para admitir que, sencillamente, a veces se me cruzan los cables). Puede que fuera el té, o la tarta de zanahoria, o la serenidad con la que hablas, lo que le dio tal encanto a la tarde. O la lluvia, o mis diez minutos de retraso, o el color azul pastel con el que ambos decidimos vestirnos para este antepenúltimo día del año. Puede que sea porque nunca te había visto enamorado, parecía como si éso no fuera contigo, como si amar a alguien nunca te hubiera corrido prisa, y ahora tuvieras todas las ganas del mundo acumuladas para ella. No lo puedes negar, se te nota en la mirada.
Quizás te alegre saber que en cuestión de escasos segundos, me convenciste. Yo intentaba hacerte ver el peligro implícito, tu le quitabas seriedad al asunto. Puede que sólo quisiera convencerme a mí misma, o que jugara a hacerte creer que tengo la cordura necesaria para echarte un pulso. Pero no, no nos engañemos. No la tengo. Ni cordura, ni coherencia, ni sensatez. Me encanta que me empujen al vacío, que me digan "y ahora qué, ¿te atreves?".Un nuevo reto, un desafío, y pase lo que pase habrá sido mi decisión, no tendrás represalias, sólo gratitud de mi parte. Se trata de un vuelo a Thailandia. 21 días. Una guía. Una mochila. No necesito más.
Así es como me preparo psicológicamente para esta nueva aventura, para el que probablemente se convierta en uno de los mejores viajes de mi vida. Si me prometes no decírselo a nadie te confesaré que me da algo de miedo, pero estoy tan convencida de lo mucho que va a merecer la pena que con hacer una revisión de la situación actual he tenido bastante. Viajera, libre, impetuosa. Éso es lo que quiero ser. Y cuando me llamen loca, cuando digan de mí que estoy fatal de la cabeza, que soy un tornado, un puro caos... sonreiré, porque ellos, a diferencia de ti, se olvidan del detalle más importante: Ésta es mi vida.
Puede que ayer hubiera bastado con una sola caipiriña. Existe la posibilidad de que se me subiera el azúcar a la cabeza. Seguramente tampoco debí fumarme aquel cigarro...De lo que no me arrepiento en absoluto es de haber pasado unas cuantas horas contigo, te has convertido en todo un descubrimiento. Felicidades.

(Por cierto, he hecho memoria y, para no quedarme con la sensación de haberte mentido, te diré que en verdad me ocurrió hace años también, pero todo apunta a que no le di mucha importancia... Y no sólo éso: he buscado la definición de "dulce" en el diccionario...y
definitivamente, para lo bueno, para lo malo, ésa no soy yo ;) )

1 comentario:

Anónimo dijo...

Disculpa la intromisión en este escrito, pero tenía q decirlo: -"¿he de resignarme a q te hayas ido dejando una conversación pendiente?". Un bezito.