Serrat cantó un día...

Debían ser las tres y media de la tarde, más o menos es a esa hora cuando llego a casa los días que tengo turno partido, como hoy. He salido del metro Hauvre-Caumartin por el acceso de siempre, porque, con riesgo de que suene estúpido, nunca entro y salgo por la misma puerta, el motivo no lo sé: siempre entro por la misma, y siempre elijo (bueno, ya es por inercia)para salir la que da a la esquina de Gap. El caso es que caminaba mirando a las musañaras, con las lágrimas estropeandome el maquillaje (seguramente algo me había recordado a él, qué raro). Yo estaba como buena ciudadana esperando a que el semáforo cambiara de color y me dijera Allez ma cherie, maintenant tu peut!, y entonces la distinguí entre los montones de periódicos y revistas de moda propios de un kiosko. No sé si alguna vez se interesó por la ciencias de la información, y no tiene pinta de ser una atrevida reportera integrándose entre los fríos parisinos, con el frío de París, por un suculento salario a fin de mes. De lo que no tengo duda es de que ella tiene algo que decirte, supongo que por éso redactó (espero no haga mucho) en un Boletín No Oficial J'ai faim, aidez-moi SVP. Según me iba acercando, y a medida de que me daba cuenta de lo egoista y cínica que puedo llegar a ser llorando a mis veintidos años por las nimiedades del corazón (aunque cómo duelen a veces, todo sea dicho de paso), se ha ido ralentizando mi paso hasta darme cuenta de lo afortunada que soy a pesar de que me empeñe en no ver brillar la luz del día y de poner su perfume en mi almohada.
Debe tener mi edad, y la puedes ver acurrucada con su cachorrito, mirándole como susurrándole no te preocupes, yo estaré contigo pase lo que pase. Siempre esa misma expresión de si estoy aqui es porque quiero seguir viviendo y no dejar de ver la luz del sol brillar. Cuando llegué a su altura decidí que esta misma tarde me acercaría a ella y le preguntaría si tenía hambre, a lo que ella me respondería que sí, y yo cumpliría mi propósito de invitarla a comer, todo lo que quisiera, hasta postre (que siempre animan). Quería agradecerle que me haya hecho darme cuenta de que en realidad no soy quién para quejarme, que los hay que están peor, mucho peor. Y, para aquel entonces, yo había dejado de llorar.
Pocos minutos después, he llegado a mi portal, he marcado el código y empujado la pesada puerta, y he subido corriendo las escaleras hasta el segundo derecha. Pero una vez dentro me lo he tomado con algo de calma, y me he cambiado de ropa sin estress y hasta he puesto la lavadora pensando en que cuando vuelva de Milán el jueves por la noche será demasiado tarde y no se me va a secar la ropa del trabajo, aunque éso sí, yo repasando una y otra vez cómo iba a acercarme a la chica Gap. Y ha pasado lo que a mí no se me había pasado por la cabeza: que se hubiera ido. ¿Cómo iba yo a pensar que se iba a ir? ¿A dónde? ¿Qué iba tenía mejor que hacer que esperarme a que la invitara a comer? ¿Y si le ha pasado algo?. No, más bien parecía que se había mudado, no he visto rastro alguno ni de ella ni de su cartón pidiendo ayuda, y mucho menos del cachorro. Y me he quedado cual imbécil andando hacia arriba y hacia abajo a ver si aún la encontraba. Pero nada, he tenido que volverme a casa desconsolada porque ni siquiera he sido capaz de ayudar a alguien que no tiene más que un perrito, a alguien que si tuviera algo que llevarse a la boca se lo daría de comer antes a él que a ella misma.
Finalmente la conclusión que me queda es que, un día más, no he hecho nada por ella, pero creo que hoy he aprendido una de esas cosas que no se olvidan en la vida, y me he dicho menos mal que reciclo que si no me sentiría como una verdadera mierda.

No sé su nombre y no sé si hace falta, pero no se va a escapar, necesito decirle gracias.




Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear,
entre el cielo y el mar.
Vagabundear.

Como un cometa de caña y de papel,
me iré tras una nube, pa' serle fiel
a los montes, los ríos, el sol y el mar.
A ellos que me enseñaron el verbo amar.
Soy palomo torcaz,
dejadme en paz.

No me siento extranjero en ningún lugar,
donde haya lumbre y vino tengo mi hogar.
Y para no olvidarme de lo que fui
mi patria y mi guitarra las llevo en mí,
Una es fuerte y es fiel,
la otra un papel.

No llores porque no me voy a quedar,
me diste todo lo que tú sabes dar.
La sombra que en la tarde da una pared
y el vino que me ayuda a olvidar mi sed.
Que más puede ofrecer
una mujer...

Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...

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